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  • Foto del escritorMarifer Calderón

Ser mamá en medio del COVID_19

No se trata solamente del distanciamiento social. Tener a la familia en casa es un privilegio, sí. Es una oportunidad para reconectar y apreciar lo que tenemos, sí. Pero no podemos negar que esto trae grandes implicaciones, más aún si eres mamá que también trabaja fuera de casa.


Lo primero y más importante, es sostener a la familia, sostenerla emocionalmente, transmitirle calma y tranquilidad pues esto va a pasar. Pero mientras pasa se mueven muchas emociones dentro de nosotras. ¿Quién nos sostiene?


Es cierto que los hijos necesitan saber qué es lo que está sucediendo y cuáles son las mediadas que se deben tomar. Darles demasiada información puede ser alarmante, pero darles poca los aleja de la toma de consciencia y responsabilidad social, así que, como mamás nos corresponde transmitir la información necesaria de acuerdo a la edad y a la capacidad de comprensión de cada uno.


Lograr una convivencia sana dentro de un espacio cerrado por largos períodos de tiempo suele ser un tema delicado, por lo que necesitamos organizar y estructurar algunas actividades, establecer horarios y crear nuevas rutinas. Los hijos salieron de su dinámica cotidiana y es nuestra responsabilidad contenerlos. Algunos están haciendo tareas escolares, otros toman clases en línea, hay que proveer el espacio y los recursos necesarios para cada uno, no tanto por esperar que cumplan con las demandas académicas sino para respetar sus rutinas y mantenerlos ocupados.


Pero no todo es trabajo, cada uno requiere de espacio personal, la solead y el aburrimiento invitan a la creatividad, tal vez empiezan a tocar la guitarra, a tejer un suéter, a armar un rompecabezas, a cocinar, a leer un libro… o simplemete, deciden descansar.


También queremos fomentar la integración familiar así que los invitamos a preparar juntos la comida, nos ponemos de acuerdo para un juego de mesa, salimos un rato al jardín… Y claro, la actividad física es básica, no podemos dejarlos demasiado tiempo sentados frente a pantallas y redes sociales, así que de alguna manera encontramos la disposición para hacer ejercicio e invitarlos a practicar algún deporte.

Por otro lado, somos las "amas de casa" y tenemos que garantizar el funcionamiento del hogar. Hay que surtir la despensa, tener los víveres necesarios para proveer a la familia por tiempo indefinido, evitar salir de compras, programar los pedidos y adaptarnos a lo que hay pues varios productos están agotados y las entregas tardan en llegar.


Dentro de casa, y con el objetivo de mantener la sana convivencia, se necesita mantener cierto orden, desinfectar manijas y barandales, lavar las toallas, tener suficiente agua y jabón… y como estamos limitando la convivencia, no hay personal de apoyo y aunque nuestros hijos estén "muy bien educados" y cooperen con las labores del hogar, no dejan de ser niños o adolescentes que van de un cuarto a otro, sacan un vaso, dejan un juguete por ahí, tiran algo de comer sin darse cuenta… y ya no se trata de mantener sólo el orden, sino también la paciencia.


Entonces nos acordamos de la famosísima frase "para que tus hijos estén bien, necesitas tú estar bien" y decidimos buscar actividades para nosotras, meditar, ver una serie, dormir una siesta, hablar con las amigas, leer...


Y en ese momento de paz y tranquilidad recordamos que efectivamente: somos el sostén de la familia, pero no solo emocional, económicamete también dependen de nosotros. Algunas podemos hacer “home office”, trabajar en línea o ir poco a la oficina. Pero no todas tenemos ese privilegio. Al parar las actividades laborales también paran nuestros ingresos y la vida continúa, por muchas modificaciones que hagamos a nuestro estilo de vida tenemos que cubrir gastos básicos como luz, teléfono, mantenimiento, renta, comida, colegiaturas, medicinas…


Llevamos dos semanas manteniendo la calma, nos falta al menos un mes para retomar nuestras actividades, pero en realidad no sabemos qué nos espera, la incertidumbre es un gran enemigo. Se vale perder el control y buscar consuelo. En una amiga, en la pareja, en un familiar. Soltar la frustración, llorar y tocar la tristeza para después seguir adelante, porque no hay duda de que somos fuertes, y de que esto va a pasar y cuando pase seguramente seremos mejores personas. Pero mientras tanto nuestros hijos nos necesitan.



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