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El misterio de la disciplina

Foto del escritor: Marifer CalderónMarifer Calderón

La disciplina juega un papel importantísimo en la educación y la crianza, pero desafortunadamente no se tiene claro cuál es su objetivo ni cómo poder alcanzarlo. 


Papá y mamá saben que necesitan corregir a sus hijos cuando presentan una conducta inadecuada y muchas veces no saben cómo hacerlo. Cuando llegan conmigo desesperados porque "sus hijos se portan mal", las preguntas que se me ocurren son muchas…


¿Qué consideras una conducta inadecuada? Con frecuencia papás y mamás me responden: “que no me haga caso, que no obedezca”.


No estoy segura de que esto sea una conducta inadecuada, antes de pensar en que mi hijo me haga caso, pensaría si está dispuesto a escucharme, si se siente cómodo conmigo, si me admira y me respeta.  También me preguntaría en dónde está la atención de mi hijo en ese momento, porque si está jugando Xbox y yo le grito desde mi cuarto que se vaya a lavar los dientes, seguramente no me va a obedecer.  Si mi hija está practicando su baile de Tik Tok y yo le digo que se baje a cenar, es muy probable que no lo haga de inmediato.  Lo que tendría que hacer es, asegurarme de que me ha escuchado.


Por otro lado, exigir obediencia no siempre trae resultados positivos, un niño que se acostumbra a obedecer no tiene necesidad de tomar decisiones, sigue instrucciones y piensa poco; crece sin cuestionar a la autoridad y muy probablemente también obedecerá a su grupo de pares.  O bien, en algún momento se sentirá oprimido y se rebelará contra la autoridad dañando nuestra relación. 

 

¿Cómo corriges las conductas inadecuadas? Y las respuestas son: lo castigo, le quito privilegios, le digo que si sigue haciendo eso, va a pasar algo malo.  En el mejor de los casos me dicen: platicamos sobre lo sucedido y reflexionamos juntos para que elija su consecuencia. 


Lo que entendemos por corregir es: hacer algo para que deje de estar haciendo lo que hace. Y los métodos que usamos basados en imponer nuestra fuerza, apelar a su temor o provocar sensaciones incómodas, probablemente sí funcionan para que en ese momento dejen de hacer lo que están haciendo, pero en realidad no hay un aprendizaje interno, seguramente tendremos que recurrir a ellas en un momento próximo y, si las usamos con frecuencia, podemos dañar la autoestima del niño y muy seguramente la relación que tiene con nosotros pues se sentirá frustrado, herido o traicionado.


Sin duda, con estas dos preguntas tenemos mucho que pensar, pero cierro con una tercera:


¿Por qué corregir en lugar de prevenir?  Como adultos a cargo de niños y adolescentes, parte de nuestra responsabilidad es ayudarlos a organizarse, eso es la disciplina: poner orden. 


Nosotros podemos ayudarlos a poner este orden organizando su ambiente al establecer límites claros y rutinas y rituales que les permitan formar hábitos a futuro; pero sobre todo, construyendo relaciones de amor y respeto en donde sientan que somos su guía, relaciones en donde la comunicación sea algo natural y ellos estén dispuestos a escucharnos, pero que también a expresarse, al hablar empiezan a organizar su pensamiento.  Cuando un niño o adolescente se siente cercano a sus adultos, encuentra un lugar para descansar emocionalmente y a partir del descanso, podemos invitarlos a la reflexión. 


Hay mucho más que hacer para prevenir conductas inadecuadas, y también es importante que en lugar de reforzar el mal comportamiento reaccionando ante el, empecemos a reconocer las conductas adecuadas: ¡Qué lindo se ve tu cuarto con los juguetes en su lugar! Me encanta ver que compartes con tu hermano.  Gracias por ayudarme a llevar tus platos sucios al fregadero.


Y si aún así, nos encontramos con conductas inadecuadas, probablemente el aprendizaje estará en permitirles experimentar las consecuencias naturales.  Y quiero resaltar este punto: consecuencias naturales, no castigos o sanciones que los padres pensamos van a ayudarle a modificar su conducta. Permitir que el niño experimente las consecuencias no es dejarlo solo para que aprenda, es acompañarlo en la experiencia incómoda e invitarlo a llorar la frustración que siente cuando las cosas no salen como él espera. 


La disciplina sigue siendo un misterio para muchos padres, es necesario comprender que es parte de un proceso de maduración que toma tiempo, y que para que un niño sea capaz de “portarse bien” necesita contar con ciertos frutos de la maduración. 


Si quieres profundizar en el tema, escríbeme, voy a impartir un curso del Modelo Neufeld que estoy segura te ayudará a entender mejor la disciplina.  






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