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  • Foto del escritorMarifer Calderón

Negligencia parental

Con frecuencia escuchamos el término “negligencia” - definido por la RAE como: omisión de la atención debida por inacción o descuido o por acción incorrecta, inadecuada o insuficiente - y nos cuesta trabajo asociarla a la parentalidad, tristemente el tener un papá o una mamá negligente, es más común de lo que imaginamos, esto es un tipo de maltrato infantil, significa descuido y abandono.


No es sorpresa escuchar de padres o madres que abandonan a los hijos sin satisfacer sus necesidades básicas, no les preocupa en dónde o cómo viven, si se alimentan, cómo se visten, si van a la escuela o no, si tienen algún problema de salud… simple y sencillamente, no se hacen cargo de ellos. Podríamos decir que se trata de una negligencia física, o económica, que aunque es dolorosa, se puede resolver o superar de alguna manera.


Otros padres pueden ser negligentes al no cuidar o supervisar a los hijos, no saber cómo establecer límites claros y no atender el ambiente en el que crecen.


Hay otro tipo de negligencia que con frecuencia pasa inadvertida, se trata de la negligencia emocional que además de ser sumamente dolorosa, tiene importantes implicaciones a largo plazo. Cuando uno o ambos padres no saben cómo responder a las necesidades emocionales de sus hijos, no les expresan su afecto o amor, se muestran fríos y distantes; no son capaces identificar las necesidades emocionales de sus hijos, si están pasando por un mal momento no saben cómo consolarlos. Estos padres pueden cubrir todas las necesidades básicas, proveer económicamente, incluso tener ciertos lujos y asumirse como buenos padres porque a sus hijos “no les falta nada”, pero pasan por alto la necesidad más importante de todas: un apego seguro. Todo niño y toda niña necesita saber que hay un adulto incondicional a cargo de él/ella que se encarga de mantener la cercanía, que lo cuida y lo protege.


Cuando llega a casa una niña muy triste porque su compañera no la invitó a su fiesta, pero papá y/o mamá no se dan cuenta de eso e ignoran su sentir, o peor aún, ella les dice que se siente triste porque no la invitaron a una fiesta y ellos invalidan o minimizan lo que siente “Ay, no es para tanto, es sólo una fiesta, seguro habrá otras”. Puede ser que entre hermanos entén jugando, mamá y papá los ven pero no se dan centa de que uno de ellos no la está pasando bien, permiten que el juego continúe y cuando uno de los niños se queja, le responden que es sólo un juego y tiene que aguantarse.

Niños y niñas merecen ser vistos y escuchados, atendidos y amados. Crecer en soledad crea fuertes heridas que no sólo hacen una infancia triste, sino que se reflejan en la vida adulta. Si cuando niño, o niña, no se tiene la oportunidad de expresar y sentir sus emociones, de adulto será más difícil aprender a gestionarlas y, muy probablemente, se manifestarán a través de comportamientos agresivos, trastornos alimenticios, adicciones, dificultades relaciónales, problemas de comunicación y baja a autoestima, por mencionar algunos. Todos estos, tienen una base emocional por lo que es importante atender esa esfera.

Una madre o un padre que creció desde niño con carencias emocionales, tiene una alta probabilidad de criar a sus propios hijos bajo el descuido o abandono emocional repitiendo el ciclo. “Si no soy capaz de contactar con mis emociones, difícilmente contactaré con las de otros”.


Si sientes que no puedes educar y criar a tus hijos de manera saludable y positiva, que caes en la permisividad o en la violencia porque careces de competencias parentales o no sabes cómo hacerte cargo de tus hijos, no dudes en programar una sesión de asesoría parental.




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