Hace unos días se reportó la desaparición de una persona, adulta, saliendo de un bar de la Ciudad de México. Tristemente, horas más tarde se encontró su cuerpo sin vida. En esas horas, hubo cantidad de especulaciones: lo secuestraron, lo asaltaron y lo golpearon, habrá tenido un accidente… al parecer, murió por broncoaspiración. Muy triste y doloroso, este fue el destino de un ADULTO que bebió en exceso, no supo tomar decisiones adecuadas, no se pudo cuidar, se expuso a situaciones de riesgo y el resultado fue fatal.
¿Qué podemos esperar de los adolescentes?
Y es que llega el fin de semana y quieren salir a divertirse con los amigos, algo absolutamente natural y necesario, sin embargo, la dinámica es compleja dentro de una sociedad agresiva e insegura: salen de antro, el cual abre aproximadamente a las 12 de la noche, entonces se quedan de ver en casa de algún amigo o en un restaurante para el “pre”. Cuando llegan al lugar, ya han bebido cierta cantidad de alcohol y aún así, les exigen un consumo mínimo para poder entrar, se ven forzados a comprar al menos una botella y en su mente aparece la idea “Si ya la compré, me la tengo que tomar”. Como “la fiesta” empieza a media noche, a las 3 de la mañana siguen bebiendo y exponiéndose a peleas, faltas de respeto o abusos, sin mencionar el daño por el abuso de alcohol. En la madrugada, se suben a su coche y manejan no sólo poniéndose en riesgo sino arriesgando a otros ¿llegaran a casa…? Algunos tienen la fortuna de contratar un chofer particular quien seguramente los regresará a casa; otros tomarán un Uber con la posibilidad de sufrir un asalto, faltas de respeto o incluso un secuestro; pero muy pocos tienen el privilegio de que papá o mamá logren superar la flojera y pasen por ellos a esas horas con la certeza de que al estar con sus padres, ya están en casa.
Recoger a los hijos en la fiesta o el antro es un acto de amor, pero también es formativo. Cuando tú pasas por ellos, puedes ver cómo salen del lugar, qué consumieron, con quién estuvieron, etc. El camino a casa es un momento de intimidad que ayuda a platicar y saber cómo estuvo la noche, si tu hijo bebió de más, sabrás cómo atenderlo y si ves a alguno de sus amigos en mal estado, podrás ayudarlo. Pero lo más importante: tu hijo sabrá que te preocupas por él/ella y sentirá que tu amor es incondicional.
Si bien, somos una comunidad y deberíamos cuidarnos unos a otros, no podemos esperar que los demás hagan nuestro trabajo. Sería muy lindo que en un antro tuvieran la sensibilidad de negarle la venta de alcohol a nuestros hijos cuando ya bebieron demasiado. Sería maravilloso tener la certeza de que al pagar un servicio de transporte nuestros hijos llegarán a casa sanos y salvos. Sería muy tranquilizante saber que entre amigos se cuidarán y acompañarán. Lo encantador sería vivir en una sociedad en la que no tuviéramos que cuidarnos, poder caminar por las calles libremente con la tranquilidad de que estamos seguros y se respetará nuestra integridad, lamentablemente no es así. Por lo tanto: nos corresponde cuidar a nuestros hijos mientras aprenden a cuidarse y tomar decisiones correctas.
Los adolescentes, por naturaleza, son seres inmaduros, sus cerebros siguen en construcción y el que cumplan 18 años y sean mayores de edad no es sinónimo de madurez. Siguen necesitando de la guía y contención de SUS adultos, su presencia, amor y dedicación.

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